Duelo Tanatología

 

Sufrir una pérdida implica una serie de situaciones que nos afectan en distintos aspectos de la vida desencadenando lo que conocemos como duelo. El duelo es un proceso de adaptación posterior a la pérdida, es dinámico y se caracteriza por un desgaste físico y emocional que causa un desajuste en la actividad cotidiana de las personas.

 

A lo largo de la vida, experimentamos un sinnúmero de pérdidas, algunas relacionadas con la edad, el periodo de desarrollo y las relaciones interpersonales. El tiempo y forma en que se vivan estas etapas es determinante para el desarrollo de las mismas, no es lo mismo experimentar una pérdida durante la infancia que en la adolescencia o la edad adulta. Esto se debe al nivel de percepción y al desarrollo cognitivo, por ejemplo la percepción del infante se conforma de signos cualitativos y su aprendizaje se basa en reconocer respuestas a distintos estímulos, por lo que su manera de vivir las pérdidas no corresponde a la conceptualización adulta, es hasta los nueve años aproximadamente que su sistema cognitivo es más complejo y su pensamiento comienza a presentar capacidad de análisis e intuición, lo cual hace que su visión de la muerte sea más profunda y quieran saber cómo y por qué muere la gente. Por otro lado, para el adolescente la muerte es algo intangible y lejano, al igual que la posibilidad de sufrir algún tipo de pérdida, aunque tengan conciencia de su carácter inminente. Mientras que la visión del adulto está conformada por experiencias, creencias y conceptos relacionados con la estabilidad emocional, el éxito y las expectativas de vida lo que causa, generalmente, una combinación de reacciones inexplicables e inestables ante las pérdidas.

 

• Negación: es un mecanismo de defensa que permite amortiguar el dolor ante una noticia 

inesperada e impresionante y permite la recuperación gradual del impacto inicial.


• Ira: surgen los por qué, es una fase de liberación emocional a través del enojo, generalmente por la falta de control sobre la situación.


• Negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, se intenta llegar a un acuerdo para superar su situación.


• Depresión: aparecen otros síntomas, la persona se ve invadida por una profunda tristeza. Es un estado preparatorio para la aceptación de la realidad. Es necesario que se permita expresar el dolor, se requiere de mucha comunicación y compañía. 


• Aceptación: capacidad de asimilar la situación, la comunicación cambia en un sentido esperanzador, confiando en que hay un sentido en lo vivido.

 

Dado que, el duelo es un proceso dinámico, es imposible pensar que estas fases aparezcan en el mismo orden e intensidad. El doliente oscilará entre ellas y el límite de las mismas se verá difuminado entre sus manifestaciones y expresiones emocionales. La resolución del duelo se logra en medida que se elabora, es decir, de acuerdo a la manera en que la persona experimenta este proceso.

Hoy en día existen distintas aproximaciones teóricas para abordar el trabajo de duelo, algunas basadas en los postulados de la Dra. Kübler-Ross, otras en investigaciones constructivistas más recientes. Estas investigaciones centran su trabajo en la asimilación de la pérdida.

 

¿Qué es una terapia tanatológica?

 

La terapia tanatológica está orientada a brindar apoyo a quienes atraviesan por una pérdida o proceso de duelo, tiene como objetivo transformar la percepción inicial del doliente y sus síntomas para lograr una integración total de la experiencia de pérdida.

Este modelo terapéutico trabaja desde diferentes niveles de intervención de acuerdo al momento por el que se esté atravesando. Por medio de información, acompañamiento, empatía y técnicas específicas aborda las expresiones emocionales del paciente y, en ocasiones de familiares, para disminuir su angustia y frustración, eliminar sentimientos de culpa y aceptar su condición para lograr la consolidación de un sentido de vida.

 

La intervención puede empezar tras recibir una noticia inesperada (el diagnóstico de una enfermedad, la pérdida del trabajo, la decisión de divorciarse, o la muerte de un ser querido), durante el desarrollo de dicha situación acompañando al paciente y familiares, hasta alcanzar un desenlace. En el caso de alguna muerte se puede continuar trabajando con los sobrevivientes de la pérdida en la elaboración y resolución del duelo. Al lograr la disminución de los síntomas con el apoyo emocional se puede empezar la reconstrucción de la vida personal.

 

¿En qué casos se recomienda acudir a una terapia?

 

Cuando es difícil alcanzar la etapa de aceptación y la vida cotidiana se ve interrumpida por un malestar físico y/o emocional que impide a la persona realizar sus actividades de manera satisfactoria es momento de considerar un apoyo terapéutico. Cuando un duelo se alarga debido a la imposibilidad de sobreponerse a la noticia de una pérdida se corre el riesgo de caer en un “duelo crónico”, por lo que consultar a un tanatólogo al sentir dudas respecto al propio proceso puede prevenir futuras complicaciones.

 

El Dr. Robert Neimeyer enlista algunos puntos a identificar:

 

  • Intensos sentimientos de culpa.

 

  • Desesperación extrema.

 

  • Inquietud o depresión prolongadas.

 

  • Síntomas físicos, como la pérdida sustancial de peso.

 

  • Ira incontrolada.

 

  • Abuso de sustancias.

 

 

 

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